Nueva muerte por fumigaciones: Marcos Gentiletti, otra vida que se cobra Monsanto

Marcos Gentiletti tenía 8 años y falleció antes de ayer víctima de leucemia linfoplástica aguda que contrajo por haber estado expuesto a fumigaciones. Debía someterse a un transplante de médula ósea. Nació en Villada provincia de Santa Fe y al igual que la beba Julieta Sandoval, es otra muestra más, cruel y real, de que la toxicidad del glifosato, no es un «mito».

Villada es una localidad en el departamento Caseros, a poco más de 90 km de Rosario. Su presidente comunal Ramiro Hernandez ante la queja de los vecinos exigiendo una ordenanza de acuerdo a la Ley 11.273 sobre fumigaciones, respondió «que son unos quisquillosos», daba cuenta la abogada ambientalista Graciela Gómez en su blog Ecos de Romang.

En Villada se fumiga a menos de 100 metros de las casas, practicamente sobre las casas. «Hay niños con asma y un pequeño  de 8 años con leucemia que pasa la mitad del mes internado en un sanatorio de Rosario  y la otra mitad del mes  con barbijo en Villada», relataba Gómez. Hoy ese niño, que es Marcos, ya no está.  Murió.  Es una víctima más de las fumigaciones asesinas con productos de Monsanto que solo resguardan a la soja y a nada ni a nadie más.

Los médicos que atendían a Marcos asociaron la leucemia mieloide  del niño a los factores ambientales entre ellos los agroquímicos.  «No es ninguna novedad los casos similares que se multiplican en San Lorenzo, Ricardone, Alcorta, Bigand, Carreras, Máximo Paz entre otros, según un estudio financiado por el Ministerio de Salud de la Nación realizado en el sur santafesino», refiere Gómez.

«Hay adultos con ronchas en todo el cuerpo, irritación en los ojos  y diferentes malestares estomacales pero nadie denuncia», recordaba la letrada. Y citaba que «el productor domina la comuna», según expresaba un vecino. En Sancti Spiritu los mosquitos (máquinas de fumigar)  se pasean por el pueblo y el presidente comunal se fotografía con Eduardo Buzzi porque además es presidente de la Federación Agraria local y poco le importa que sus dependientes fumiguen los baldíos y espacios verdes con glifosato. Algo que para el presidente de la Cooperativa de Servicios local  fumigar con Round Up «es tener bien cuidado el predio para los vecinos». A la hora de la siesta el mosquito se estaciona a 40 metros de la comisaría local frente al galpón propiedad de la tesorera comunal.

Luego de la nota publicadapor  Gómez y que reprodujo BWN Patagonia,  la comuna dictó la ordenanza para regular las fumigaciones y también aseguró que brindaría apoyo a la familia.

Claro que una vez más, para Marcos, fue muy tarde.

BWN Patagonia
Clarisa Ercolano

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