“100 años de turismo argentino” Por Antonio Torrejón

Pocas tareas pueden resultar tan gratas como la de prologar un trabajo relacionado con la historia de mayor proyección del Turismo Argentino.  La misma hace referencia a una unidad de cuenta que se corresponde con el concepto de turismo contemporáneo, que ha tomado forma en la segunda mitad del Siglo XX.

Esta rama de la actividad socioeconómica, relevante para el desarrollo del país, tanto por su efecto multiplicador sobre el resto de los sectores que llevan a la genuina productividad, como por los empleos directos e indirectos que lleva aparejados.

Comprender las claves que han hecho del turismo el responsable del 7.6 % del producto interior bruto argentino no resultaría fácil sin volver la vista atrás y dedicar un justo y equilibrado recuerdo a quienes -muchas veces calificados como visionarios- apostaron por el desarrollo de un rubro que ha desembocado en lo que hoy se ha dado en reconocer como la “Civilización del Ocio”.

El turismo en la Argentina surgió sobre la base de un dinamismo empresarial no siempre comprendido por la sociedad o los poderes públicos de turno, y sin reconocimiento de lo que en términos de generación de riqueza, bienestar y empleo, genera para nuestra economía.

Importante resulta también no perder la perspectiva de lo que el turismo ha representado para Argentina en términos sociales, políticos y en lo que refiere estrictamente una inteligente geopolítica.

En la reunión Federal de Turismo, de Santa Rosa ( La Pampa ) de 1976, tuve ocasión de afirmar mi convicción que sin el turismo no se podría comprender la historia de la colonización proyectada de todo el territorio nacional. El turismo como vía de consolidación de espacios geográficos alejados de los centros de poder, como  encauzador de nuevas tendencias, imagen de sus comarcas, de su identidad de sus ideologías y culturas y que como fuente genuina en la creación de riqueza ha alcanzado en muchas regiones de Argentina un rango de ejemplaridad difícilmente igualable. Podría afirmarse que el turismo fue a las economías locales, lo que la revolución del agro o la industria fue en su momento para la economía, y el desarrollo del país.

Por supuesto que viajeros ha habido siempre, desde los héroes clásicos  hasta Marco Polo, y la literatura de viajes floreció desde el Renacimiento como género literario, y especialmente a partir del Romanticismo del viaje en el Viejo Mundo, que resultó indispensable para un número siempre creciente de artistas y escritores europeos y americanos.

Nuestro territorio nacional, particularmente vivido por los pueblos originarios en forma nómada, y luego ocupado por el colonizador actual, a través de un tránsito creciente, supo de carretas, diligencias, luego ferrocarriles y, más cerca en el tiempo, automotores y aviones, en huellas y caminos reales que tuvieron al lógico antecesor de los servicios de ruta, en las postas y precarios hospedajes o casas de comida.

En las primeras décadas del Siglo XX, visionarios, como Ezequiel Ramos Mexía, Jorge Newbery, los fundadores y Directivos del Automóvil Club Argentino, el Perito Moreno, el Almirante Storni, Carlos Thays, Exequiel Bustillo, Nicolás Mihanovich y los Braun Menéndez, entre otros.

Ellos tomaron las postas de visionarios que sabían que las Provincias Unidas del Río de la Plata involucraban un desafío que como mínimo iba de las Cataratas del Iguazú, a La Quiaca, el Canal de Beagle con su proyección Antártica y  la gran columna integradora de la Cordillera de los Andes.

En los tiempos del “Centenario de la Patria”, todo estaba por hacerse, la simbiosis viaje-turismo era desde luego patrimonio de minorías.

El turismo contemporáneo, en el que por vocación y convocatorias participo desde que en 1957  tomé en mi pueblo el desafío de integrar al grupo pionero de la Comisión Regional de Turismo de Puerto Madryn, y luego en 1964 el de fundar el Organismo Turístico de mi provincia Chubut, en la Patagonia Argentina , el turismo ya estaba consagrándose también como un fenómeno de clases medias, no sólo de las más pudientes, porque por primera vez amplias capas de población tuvieron la posibilidad de disfrutar de vacaciones en los países del  sol. Argentina en la terminación de la segunda Guerra Mundial, con el ciclo Presidencial del General Perón, marcó en una década con real avanzada la conquista social del “Tiempo Libre”, para obreros y clase media que en Mar del Plata, Necochea, Tandil, Carhue, Córdoba, Mendoza, el Norte Argentino y Bariloche resultaron accesibles, para todos. Las causas de este fenómeno fueron, por primera vez, una prosperidad económica generalizada en Occidente y por la otra, el desarrollo tecnológico de la aviación.

Nuevamente la actividad turística se  convirtió al comienzo del siglo XXI, en un signo de fortalecida y deseada identidad y en un cimiento consolidado de la vida y de la economía argentina. Ha transformado la geografía, y las costumbres, ha exigido cambios estructurales en  los países, se ha infiltrado en casi todos los lugares y ha necesitado la participación de muchos sectores y actividades. En definitiva, el turismo es parte substancial de la moderna transformación e historia Argentina.

El análisis de la bibliografía turística revela la existencia de publicaciones que profundizan en la economía del turismo o en sus aspectos técnicos, humanos, psicosociales, estadísticos, analíticos, comerciales, etc., pero no existe ningún texto tan completo como el que tengo el privilegio de prologar hoy, dedicado a la historia contemporánea y simultánea del turismo argentino, desde el disparador de 1903 al 12, hasta nuestros días. Por ello la obra que presentamos no sólo tendrá un espacio concreto en las bibliotecas, sino que en su texto aglutina y funde el hecho histórico con  la realidad social, la planificación con la ejecución, el crecimiento, el desarrollo y la consolidación del sector con sus protagonistas y el ayer con el hoy del turismo, que se ha hecho verificar por sus propios protagonistas; todo ello tratado con las luces y las sombras que tan corto tránsito histórico permite.

Cien años, es un espacio histórico interesante: un análisis retrospectivo y estructural que viene a completar la línea de investigación seguida por muchos autores que han encontrado en la actividad turística, como Sara Spinelli, Regina Schluter o Noemí Wallingre, en la actividad turística un motivo eficaz para su tiempo de estudio y positivas proyecciones docentes. Lo que proporciona desde una perspectiva científica y meritoria una visión global, técnica, realista y crítica de la actividad, sus implicaciones, su influencia y certeza como hecho social consolidado y creciente de años muy intensos.

El turismo, y una proyección cercana

Todas estas transformaciones del mercado aseguran nuevas etapas de expansión del fenómeno, que tiene en la actualidad alcance  mundial, con más y más países incorporándose como nuevos destinos. En efecto tanto los viajes internacionales como el turismo interior han crecido espectacularmente. En los años setenta, 287 millones de viajeros cruzaban fronteras, no para invadir, sino en la pacífica tarea de ayudar en la transformación. En 1996, la cifra ascendió a 595 millones. Para el 2020 la predicción de la Organización mundial de Turismo (OMT) es de 1.600 millones.

El viaje que es tan antiguo como la humanidad y ha constituido, junto con el agua, el fuego y las estaciones del año, una de las grandes metáforas de todas las civilizaciones. Los pioneros del turismo contemporáneo apostamos además por el viaje responsable como de fundamental magnitud ante el necesario desarrollo socioeconómico y cultural de las comunidades. A.T.

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