HISTORIA DE EL BOLSÓN

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Un día de verano, el 28 de enero de 1926, se reunieron en la casa de Cándido Azcona, los vecinos:

Pedro Pascual Ponce, argentino, nacido en San Luis, maestro, informante ad honorem del Ministerio de Agricultura y Ganadería, Estadísticas y Censos de la Nación Argentina, electo Presidente de la Comisión de fomento de El Bolsón; vicepresidente Cándido Azcona, español del país vasco, agricultor, comerciante; secretario Antonio Merino Rubio, español de Málaga, comerciante, agricultor; tesorero José Ulieldin, libanes, comerciante; pro-tesorero Miguel Anden, libanés, comerciante; y firmaron el acta inicial de la organización político-administrativa de esta ciudad.
Los vestigios y rastros del primer habitante que pisó estas tierras nos datan antecedentes de pequeños asentamientos agrícolas allá al finalizar 1880 en adelante. Estos valles producidos por el arrastre de la desglaciación, morena que cinceló entre el cordón del Cerro Piltriquitrón y el del Cerro Lindo dos valles, el del río Quemquemtreu y el del Río Azul, ambos afluentes incansables del Lago Puelo.
Los antecedentes humanos conocidos por los últimos estudios de pinturas rupestres de la Comarca Andina nos señalan una antigüedad de unos 11.500 años, unos dos mil años más que las pinturas de la Cueva de las Manos del río Pinturas en Santa Cruz y unos nueve mil quinientos más de la fecha gregoriana del cumpleaños de Jesucristo.
Lo paradójico es no encontrar antecedentes líticos y de las edades de cobre, bronce, hierro ni menos aún más recientes que nos den pistas para identificar a los primeros habitantes de estos valles. A la fecha, se encuentran antecedentes culturales de asentamientos
primitivos más modernos en las vecindades de la estepa; es de hacer notar que casi a todos los asentamientos poblacionales originarios en América, por lo general, se los ha encontrado en las proximidades de las fuentes de agua, ya sean estas ríos, arroyos, lagos, litorales marítimos o combinados con los abrigados bosques o en las llanuras y pampas con animales. Es este el caso longitudinal a la Cordillera de Los Andes, junto al del río Manso que es perpendicular, a la cordillera, éstos no registran antecedentes antropológicos importantes. Estos valles, fértiles y con buen clima y sol, son de los pocos paraísos naturales quedaron en manos de la Corona Británica, como lo fueron grandes extensiones de tierra de la meseta patagónica y sus valles internos.

El último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del año 2001 nos da los siguientes resultados: total habitantes El Bolsón: 15572 más 666 personas de población dispersa comprendiendo los parajes de Río Villegas, El Foyel y El Manso.
Esta historia es tan joven que la mayoría de nuestros catedráticos, licenciados e historiadores oficiales cuentan casi más edad que la ciudad de El Bolsón, aún habiendo nacido en ella y ser algunos, más aún, hijos de nativos e inmigrantes que ya vivían aquí antes del 28 de enero de 1926. Como datos a tener en cuenta y sin seguir patrón estable, nuestra ciudad no fue producto de ningún fundador, adelantado, conquistador o descubridor. Simplemente estos valles pródigos, preparados y bien regados sólo servían de paso a las migraciones de gente trashumante en busca de caza y recolectores. También dio refugio temporario a los que arriaban ganados vacunos y yeguarizos cruzando la cordillera y viceversa en dirección este-oeste de un litoral marítimo a otro. Finalizada la campaña militar de el General Julio Argentino Roca, financiada y estimulada por los ganaderos de la Pampa Húmeda, los dueños de las tierras agrícolas ganaderas más fértiles del mundo, luego de exterminar los últimos focos de resistencia de los aborígenes mapuches y tehuelches de la zona, entre los años 1870 y 1880, y a partir de esos años llegan a poblar estos valles inmigrantes españoles, chilenos, argentinos criollos, araucanos, árabes, alemanes y de otros pueblos.

En esos años, Argentina y Chile dirimían litigios y acuerdos de límites con el gentil apoyo y asesoramiento de la Reina de Inglaterra. A fines del siglo diecinueve, Turquía ejercía un expansivista gobierno que expulsaba a todos aquellos que no aceptaran su opresión. Así bajo pasaporte «turco», salieron hacia América, árabes del Líbano y Siria. Llegaron a la Argentina en su mayoría a «hacer la América», eran tiempos difíciles, más aún en la Patagonia, pero acá vinieron. Ancestrales comerciantes y trocadores, los inmigrantes árabes fueron con su intuición y visión comercial, además de chilenos y españoles, «fundadores de pueblos» en esta zona. El Bolsón no escapó a este designio. Decimos esto al observar que salvo honrosas excepciones de algunos vascos y alemanes, agricultores y ganaderos, los capitales
más importantes para iniciar la acumulación primaria de la economía comercial local fueron aportados por los vendedores árabes, «mercachifles» en principio que recorrían por ejemplo: de punta de rieles del tren desde Ingeniero Jacobacci hasta Lago Buenos Aires, con recuas de mulas y tropillas de yeguarizos Pilcheros; ellos a pie, para cargar más mercaderías. Así, en principio por las huellas de los animales, dormían al sereno, el dinero y la mercadería a un lado y los animales como «sebo» en otro pues los robos eran frecuentes,
conociendo las rutas y costumbres de sus clientes arrieros, colonos y aborígenes de las tolderías, estos comerciantes llegaron con carromatos y mercaderías, con tropas de carretas y se establecieron estratégicamente en lo que hoy podríamos decir, geográficamente «los cruces de caminos». Así comenzaron a construirse los caseríos en cercanías de los boliches de los árabes y algunos europeos, éstos luego serían los almacenes de ramos generales, fondas, hosterías, barracas y carga de combustible, utilizando el comercio trasmigrante para su primer impulso económico. Los árabes no hablaban ni escribían bien el español, sabiamente entre otros inmigrantes, promocionaron la educación y la cultura aportando también algunos dineros para las primeras escuelas donde asistían sus hijos y los de sus vecinos. Empleaban a criollos para llevar su contabilidad, algunos de estos dependientes instruidos luego serían «jueces de paz», intendentes y así sin darse cuenta los pobladores de los parajes más recónditos se asentaban en las cercanías de los caseríos.

La región toma características propias en todos los aspectos relacionados con el comercio, la agricultura, la ganadería y las primeras industrias madereras. La educación, el saber leer y escribir, también preocupó a los vecinos de El Bolsón y ya por 1909 funcionaba la escuela Nº 30. Respecto a las relaciones laborales, los pagos y los cobros , lo que se debía y lo que se firmaba, fue una herramienta desigual utilizada para generar poder económico en desigualdad de contraprestaciones. La libreta mensual a veces era un saldo eterno. Acertamos en nuestros dichos, basados en la verdadera trastienda de las fechas de las legadas por documentos de inmigración y de los libros contables de los árabes que como hemos visto cuando cerraban balances anuales de comercio de 39.000 a 75.000 pesos de valor oro por 1927, una verdadera fortuna.
Hemos visto escrito con lápiz rojo y azul o copiativo un trazo tembloroso en el rubro «Mercaderías a pagar» por ejemplo, cruzada la palabra «Bagado» que fonéticamente parece un chiste pero es parte de nuestra realidad histórica. Las demás corrientes inmigratorias internas y externas que se produjeron han cimentado un Bolsón cosmopolita y marca registrada en el mundo. «El Bolsón a favor de la vida».
Felicidades en estos tus primeros 78 formales años. Y a los almidonados escribas del tiempo les decimos que somos Patagónicos montañeses y bolsoneses con orgullo, los nacidos, los pioneros, los primitivos, los arcanos, los venidos y quedados, los recién venidos y los pasajeros transmigrantes, la ruta nacional no 258 nos unió por ventura o no, al resto del mundo globalizado, aceptemos lo prodigioso de los adelantos, respetemos la naturaleza y los usos y costumbres de la gente de este lugar maravilloso.