HISTORIA DE EL BOLSÓN – BUTCH CASSIDY

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SU VERDADERA HISTORIA SE ENTRELAZA ENTRE REALIDADES, MITOS Y LEYENDAS PRODUCIENDO UNA DE LAS MAS RICAS VIDAS DE LOS BANDOLEROS QUE LLEGARON A LA PATAGONIA ARGENTINA, SE HAN ESCRITO LIBROS, SE HAN ORGANIZADO SIMPOSIOS DE HISTORIADORES Y HASTA HOLLYWOOD SE HIZO CARNE DE EL EN LA PELÍCULA DOS HOMBRES Y UN DESTINO.

BOLSONWEB LE PROPONE AQUÍ A TRAVÉS DE UN CONJUNTO DE DOCUMENTOS, TRATAR DE DESCUBRIR, JUNTOS AL LEGENDARIO BUTCH Y SUS COMPAÑEROS DE HAZAÑAS YA QUE ES PARTE DE LA HISTORIA DE EL BOLSÓN Y SUS ALREDEDORES.

DE UNO DE ESTOS SIMPOSIOS SURGE LA SIGUIENTE HISTORIA

VAQUEROS EN LA PATAGONIA

 

A los 18 años, Cassidy aún era Robert Leroy Parker, el mayor de once hermanos nacidos en las pampas ventosas de Utah. A esa edad partió a trabajar con ganaderos en el salvaje Oeste y se hizo experto en el manejo de los caballos y en faenas campestres. En esta misma época decidió que la gente pobre debía buscar sus derechos en la ilegalidad y se inició como asaltante al alero del joven bandido Mike Cassidy, de quien tomó el apellido. Butch, su nuevo nombre, lo copió de la marca de la pistola que Mike le prestó para su primer robo de ganado. Desde allí comenzó la serie de atracos que lo convirtió en la cabeza de la lista de forajidos que la agencia de detectives Pinkerton, la más importante de ese tiempo, andaba pesquisando.

Cuando comenzaba a planear su viaje conoció a la pareja de bandidos formada por Etta y Sundance Kid. El asedio de la ley los trajo hasta el sur del continente, pero antes pasaron por México, donde comenzaron a balbucear el español. Durante todo el trayecto los sabuesos de la Pinkerton les pisaban los talones.

Una vez en Cholila, con los lagos y la cordillera como telón de fondo, los bandidos levantaron su hogar al estilo far west. La madera se entrecruzaba dando espacio para que el viento fuera el cuarto habitante de la nueva construcción. Después empezaron a comprar animales con el dinero arrancado del banco de Nevada. Los tres forasteros ocuparon tiempo y esfuerzo en hacer una gran caballeriza y cuatro establos que bordeaban el arroyo que atravesaba sus tierras. La idea era tener el espacio suficiente para albergar a muchos animales y así no entrar en lo que el ahora Ryan, definía como la perdición del campesino: la pequeña ganadería. Así domaron la pampa y sus pastizales salvajes y endurecidos. Hacia 1905 llegaron a tener novecientas cabezas de ganado y cuarenta caballos que recorrían sus seis mil hectáreas. Aunque cada uno de los miembros de la »familia de tres», como los llamaba la gente del pueblo, aportaban al trabajo en la pampa, Cassidy era el verdadero experto. Los incipientes ganaderos de Cholila aprendieron de él la relación entre patrón y peón: los gringos pagaban bien y a tiempo, cumplían lo pactado y enseñaban a sus trabajadores.

Además de la casa y de las instalaciones para el ganado, Ryan construyó un almacén que pasó a ser el centro social de los hombres del pueblo. Allí se hablaba del día, de los animales, de negocios y de las mujeres del lugar. Ellas estaban lejos de ser débiles florecillas silvestres que se pasaban el día fregando platos. Delia Rivera busca en su memoria de casi un siglo y recuerda que cuando era niña casi todas las mujeres manejaban armas. La frontera vulnerable, los cuatreros que iban y venían y los maridos todo el día en el campo, obligaban a aprender de rifles. Eso sí, ninguna lugareña podía hacer lo que Etta. Raúl Cea no estudió en la universidad, pero los 79 años que ha vivido en Cholila y los fantasmas de los bandoleros le enseñaron a seguir leyendas. Él cuenta que la compañera de Sundance Kid había sido maestra en Estados Unidos y que no está claro si es que además de pistolera también fue prostituta, como soplan algunos añejos rumores. En todo caso era muy respetada en Cholila, y no sólo por las dos pistolas que usaba al cinto. Griselda Morales, la abuela de Cea, era amiga de Etta y entre las historias que le contaba a su nieto hay una que ilustra la personalidad de la extranjera. »Mi abuela le preguntó cómo era la vida de las mujeres en Estados Unidos. Etta le contestó que una mujer del Oeste tenía que estar preparada para criar hijos, para cocinar y para defender su tierra, su persona y su hombre».

Pero no le bastaron las palabras y le pidió a Griselda dos botellas de malta para mostrarle lo que era capaz de hacer una mujer criada entre bandoleros y terratenientes. Las botellas sobre dos pilares. Etta alejándose en su caballo. Etta a todo galope hacia la tranquera, la rienda entre los dientes, un revólver en cada mano y las botellas volando en pedazos hacia todos lados.

No son sólo recuerdos los que colecciona Cea. Él ha sido pieza clave de los dos simposios internacionales que se han hecho para tratar de encontrar la historia real del paso de los bandidos por Sudamérica. Allí ha obtenido nuevos datos y ha aportado mucho. El entusiasmo del historiador contagió también a su hija Toty. Ella se dedica a mostrar imágenes de los vecinos más famosos de Cholila. Fotos que atraparon trozos de la vida de los bandidos en norteamérica y en el pueblo, cuelgan de las paredes de la casa de té Butch Cassidy, que la Toty levantó en el lugar. Mientras, su padre sigue buscando pistas.


Adiós a los gringos:


Cuando tenía 17 años Manuel José Cea, padre de Raúl, fue invitado a tomar el té a la casa del trío. »Por lo que me contó mi papá, ellos estaban acostumbrados a un nivel de vida más alto que el del resto de los pobladores. Por ejemplo, la palangana donde echaban el agua era de cerámica y las ropas eran buenas. A él lo que más le impresionó fue la soltura con que se movía y conversaba la mujer».

Etta y Sundance Kid, conocido en Cholila como Enrique Place, se acompañaban en las noches patagónicas, pero el soltero de la casa no se quedaba atrás. »Él compraba el oficio por ahí», sonríe Raúl Cea y cuenta que también tenía bastante éxito con las mocetonas que no vendían sus encantos. Según él, los pequeños ojos azules del supuesto Ryan eran fulminantes, por lo que era imposible sostenerle la mirada.

Mientras los forasteros construían sus nuevas vidas, los detectives les pisaban los talones. Hasta el puerto de Buenos Aires llegó la famosa foto del Wild Bunch que facilitaría la búsqueda de Cassidy, pero las enormes distancias y lo incierto de los caminos patagónicos desanimaron a los contactos de la Pinkerton. Hasta aquí llega la historia tal como fue, después los hechos se confunden con leyendas. En febrero de 1905, el Banco de Londres y Tarapacá en Río Gallegos, fue asaltado. Según algunos fueron los tres gringos de Cholila quienes antes de cometer el robo estuvieron en Punta Arenas donde les enseñaron a unos muchachos los trucos del billar. Raúl Cea asegura que el trío estaba el día antes del suceso en Cholila, por lo que era imposible que hubieran alcanzado a llegar al lugar del atraco. El historiador no tiene dudas: »Mi papá me contó esto y yo le creo a pies juntillas». De todas maneras en los días siguientes al robo, Santiago Ryan y los Place desaparecieron del pueblo. Dicen por la Patagonia que el destino habría sido Punta Arenas.


El viento no más sabe…


La casa y los corrales que habían levantado en la pampa fueron comprados por la compañía chilena Cochamó. Para Cea, fue la presión fuerte y soterrada que ejerció esta ganadera la que determinó la partida de los tres bandidos. Cochamó había sido dueña de la tierra que después compraron los gringos, pero un plebiscito en 1892 la había obligado a dejar sus terrenos. En ese año la Provincia de Chubut, de la que forma parte Cholila, eligió ser argentina y no chilena. Detrás de este pronunciamiento vino una ley que no permitía que extranjeros tuvieran territorios dentro de los 150 kilómetros inmediatos a la frontera, por lo que la empresa tuvo que irse de los campos trasandinos. Finalmente, en 1905, Cassidy y sus compañeros vendieron a Cochamó que pretendía recuperar sus antiguas tierras, pero el gobierno platense tomó conocimiento de la venta y la anuló. Mientras las autoridades argentinas y la empresa chilena se peleaban por las tierras, los tres forajidos caminaban hacia la leyenda. Etta se separó de los hombres de ‘la familia’ en algún punto del recorrido. Se cree que volvió a San Francisco y que desde ahí no pudo regresar porque se enfermó. Otro cuento dice que Sundance Kid la acompañó a Estados Unidos para después volver solo. Otro rumor la lleva hasta México, donde habría vendido armas a los revolucionarios de Pancho Villa. De Sundance Kid se dice que estaría enterrado en el Lago Puelo a metros de la frontera chilena y también que en 1909 habría sido acribillado junto con Cassidy en San Vicente, Bolivia, donde después habrían separado sus cuerpos de sus cabezas.

Para Raúl Cea, la historia más creíble sobre el fin de Cassidy es la que dio la hermana del bandido, Lula Parker. Ella contó que Butch estuvo en la casa familiar de Utah en 1925 y que diez años después una pulmonía lo habría matado en Washington. Lo que sí es cierto es que el hogar de los bandidos estuvo habitado hasta 1998. Después de que Cochamó perdió nuevamente el terreno, el chileno Rómulo Sepúlveda hizo suya la casa, pero no la tierra que hasta el día de hoy le pertenece a una familia nacida y crecida en Argentina. Sepúlveda crió allí a sus niños. Su nieto, Orlando, recuerda haber escuchado que la construcción era mucho más grande de lo que es ahora: »Dicen que llegaba hasta el río, no sé qué pasó, de repente fueron los abuelos o se fue cayendo sola».

El padre de Orlando, Aladín, no dejó la morada de los bandoleros hasta que envejeció y enfermó. Entonces su hijo lo sacó del hogar derruido para llevarlo a su casa, un par de kilómetros más al sur. Allí murió el último habitante de la casa de los forajidos, la que ahora es un Patrimonio Cultural de la Provincia amenazado por el vendaval patagónico y por una rama de la familia Sepúlveda que lo reclama para sí. El frío de la pampa y los laberínticos senderos desanimaron en su tiempo a los hombres de la Pinkerton. Hoy, aventureros e historiadores son los que pesquisan los vestigios de la leyenda. Ellos son los encargados de preguntarle al viento dónde fue que Butch Cassidy desenfundó por última vez sus pistolas.

 

Simposio sobre Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia

DE LA MISMA MANERA SURGUE OTRO DOCUMENTO DE TREMENDA IMORTANCIA

 

Un Simposio sobre Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia reveló aspectos desconocidos de la vida de Butch Cassidy y Sundance Kid en Chubut: salieron de garantes de un comisario, alojaron a un gobernador y soñaron con establecerse como respetables ganaderos.

Montado sobre su caballo, con las manos apoyadas en el puño de la montura, el hombre que no parecía dispuesto a hablar dejó caer la frase «Mi abuelo fue el capataz de Butch Cassidy y Sundance Kid».

De inmediato lo rodearon unas cincuenta personas escrutaron su sombrero ladeado su campera corta que alguna vez había sido clara, sus pantalones cubiertos por las monteras de cuero, la funda vacía de un rifle debajo de su montura, su alforja.

Pero el hombre no dijo más y, sabiéndose observado, desmontó y fue caminado tranquilo hasta un banco de madera, cerca de la cabaña de troncos que habitaron los conocidos asaltantes de trenes y bancos en el Lejano Oeste. Allí se sentó y así, comenzó su relato.

Esa fue una de las tantas historias que escucharon los investigadores, historiadores, periodistas y aficionados que llegaron al valle de Cholila, en Chubut, desde Estados Unidos, Europa, Chile y Buenos Aires.

En ese lugar de la Patagonia se escribió uno de los capítulos más intensos y extrañamente olvidados de la leyenda de los bandoleros norteamericanos mas buscados, Butch Cassidy y Sundance Kid.

La visita a Cholila fue parte del Segundo Simposio Internacional sobre Bandoleros Norteamericanos en la Patagonia, que se desarrolló la semana pasada en Trevelin, un pueblo de origen galés situado al pie de la Cordillera, en Chubut.

La iniciativa de la Dirección de Cultura de Trevelin, el Centro Nacional para la Patagonia y la revista La Bitácora también convocó a medios internacionales como el semanario norteamericano Newsweek y el diario español El País.

La televisión galesa preestrenó durante el encuentro un documental, Butch Cassidy, el capitulo perdido, que busca reconstruir la vida de Cassidy, el Kid y Ethel Place en la Patagonia.

Ese periodo fue ignorado en la película Butch Cassidy y Sundance Kid, dos hombres y un destino, que en 1969 protagonizaron Paúl Newman y Robert Redford, pese a la riqueza de los hechos y la leyenda.

Pero quizá la mejor revelación del simposio haya sido la presentación del libro Buscados en la Patagonia, del historiador Marcelo Gavirati, autor de vanos artículos sobre bandoleros publicados en la revista Todo es Historia.

Gavirati logra reconstruir las andanzas de estos personajes que cambiaron el Lejano Oeste por la aún más lejana Patagonia a través de la recopilación de documentos desperdigados en Argentina, Chile, Bolivia y los Estados Unidos y de un descubrimiento, un expediente policial que se labró en 1911 y que permaneció escondido.

En sus 500 fojas, el legajo resume las actuaciones policiales e incluye cartas y notas firmadas por Santiago Ryan (Cassidy) y Harry Place (Sundance). El expediente se inició a raíz del secuestro en Chubut del estanciero Lucio Ramos Otero, hecho que derivó en la persecución y muerte de otros dos bandoleros norteamericanos, Willie Wilson y Robert Evans a quienes la Policía Fronteriza encontró en las inmediaciones de Río Pico.

En esa localidad de Chubut se encuentran los restos de Wilson y Evans, que dieron lugar a otra leyenda; muchos afirman que pertenecen a Cassidy y el Kid, contrariando así la versión casi confirmada de que murieron en un tiroteo en Bolivia.

 

Buenos Muchachos.

 

Los registros indican que Butch Cassidy, Sundance Kid y su flamante esposa, Ethel (Etha) Place, llegaron a la Argentina en 1901, huyendo de la justicia y de la Agencia de Detectives Pirkerton. Bajo los nombres de Santiago Ryan y Harry Place, se instalaron en Cholila, alentados por los odontólogos Ralph y George Newbery, quienes oficiaban en Buenos Aires como vicecónsules honorarios de Estados Unidos.

Los Newbery, que poseían tierras en las inmediaciones de Nahuel Huapi, impulsaron el asentamiento de otros norteamericanos, entre los que se cuentan John Comodoro Perry (sheriff de Crokett Country), el arriero texano Martín Sheffieid y muchos otros -en su mayoría con cuentas pendientes con la Justicia- que conformaron «una pequeña colonia de habla inglesa», según escribió uno de ellos.

En Cholila construyeron una cabaña de troncos -que aún se conserva: parte de las actividades del simposio fue una visita- donde soñaron con pasar el resto de sus días «Me establecí para siempre -le escribió Cassidy a una amiga, en agosto de 1902- Tengo 500 vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos de silla, dos peones que trabajan para mi, además de una casa de cuatro habitaciones y galpones, establo, gallinero y algunas gallinas. Los Estados Unidos me resultaron demasiado pequeños durante los últimos años».

En los valles cordilleranos, los bandoleros encontraron la amistad y el respeto de varios vecinos. Hasta firmaron documentos como garantes del comisario de la Colonia del Valle 16 de Octubre y alojaron en su cabaña al gobernador del Territorio del Chubut, Julio Lezana.

Durante una gira que realizó por los poblados cordilleranos en marzo de 1903 «Es difícil imaginar la extraña combinación de sensaciones que debieron pasar por las mentes de estos fugitivos buscados en los Estados Unidos al recibir en su casa una comitiva integrada nada menos que por el jefe de la Policía y el mismísimo gobernador del Territorio del Chubut dice Gavirati en su libro.

 

El Sueño Terminó.

 

La paz y la tranquilidad duraron poco para Cassidy el Kid y su mujer, en 1905 comenzó una serie de robos y atracos. Aunque esta casi comprobado que los hicieron otros asaltantes norteamericanos la condición de prófugos y la sospecha de que algunos de los autores de los asaltos podrían haberse guarecido en su cabaña, hicieron que el trío comenzara a inquietarse y preparase su partida del lugar.

Los hechos se iniciaron en Telsen Chubut en 1904 con el robo de una remesa de dinero a un proveedor de la compañía inglesa Tierras del Sur.

Cuando en febrero de 1905 el Banco de Londres y Tarapacá ubicado en Río Gallegos sufrió un asalto la policía sospecho de la complicidad por lo menos de los ganaderos norteamericanos establecidos en Cholila.

Los tres prófugos decidieron abandonar sus tierras vendieron la propiedad a la Compañía Cochamó de Chile y cruzaron los Andes.

Su rastro se hace confuso: se separaron, volvieron a reunirse; Etha viajo a San Francisco y casi no se volvieron a tener noticias de ella. El 19 de diciembre de 1905 se produjo un atraco en el Banco Nación de Villa Mercedes (San Luis) que es considerado el único asalto protagonizado por Butch Cassidy y Sundance Kid (junto con otros dos pistoleros) en la Argentina, adonde habrían reingresado desde Chile por Mendoza.

Huyendo de la policía, los bandoleros se dirigieron nuevamente hacia el sur. Se separaron, Cassidy cruzó otra vez hacia Chile y Sundance Kid regresó a Cholila, donde liquido el cobro de la venta de sus propiedades.

Los diarios de Buenos Aires La Nación y La Prensa competían por difundir los pedidos de captura de los norteamericanos, sus corresponsales comenzaron a recoger testimonios de sus andanzas, reales o imaginarias, por todo el centro sur del país.

Pero los hechos ubican a Cassidy y Sundance Kid recién hacia 1908, en Bolivia, donde al parecer también tenían intenciones de instalarse como hacendados. Pero el destino los había marcado.

 

El Fin.

 

Luego de trabajar en el arreo de mulas para empresas mineras, los bandoleros dieron su último golpe, asaltaron una remesa destinada a la Minera Aramayo, Francke y Cía. Huyeron hacia el norte, escapando de los uniformados que los esperaban por el sur, pero el 6 de Noviembre de 1908, en una casa del pueblo de San Vicente, los alcanzo el regimiento de Abaroa, del Ejercito Boliviano.

Los militares se acercaron sigilosamente, pero desde una puerta comenzaron a dispararles.

El jefe de la partida ordenó rodear el edificio para evitar que los bandidos huyeran por los fondos «Mientras se encontraban en esa tarea -dice Gavirati en su libro, basándose en investigaciones de los norteamericanos Daniel Buck y Ann Meadows- se escuchan tres gritos de desesperación dentro de la casa, luego de lo cual cesa el tiroteo, situación que se mantiene durante la tensa y fría noche.

Al amanecer, la comitiva encuentra los cadáveres de los dos gringos. Uno de ellos, el que sería Butch, con un balazo en la sien y otro en el brazo, el otro Sundance, sentado detrás de la puerta, abrazado a un gran jarrón de cerámica, con varios disparos en los brazos y uno en la frente. En las alforjas de los bandoleros estaba completa la remesa robada a Aramayo».

Sus cuerpos fueron enterrados en el cementerio de San Vicente. En 1991, el antropólogo forense Clyde Snow dirigió la exhumación de los restos en la presunta tumba de los bandidos Los análisis realizados sin embargo, demostraron que los huesos allí enterrados pertenecían a un minero alemán llamado Gustav Zimmer.

No obstante, en el Simposio de Trevelin, tanto Gavirati como Buck y Meadows concluyeron que «las evidencias históricas muestran de forma concluyente que Butch Cassidy y Sundance Kid encontraron su final en Bolivia, el 6 de noviembre de 1908». Después de esa fecha, «ni sus amigos en Cholila, ni ninguna otra persona que se tenga conocimiento recibieron correspondencia de los forajidos».

 

 La leyenda continúa.

 

La presencia de otros pistoleros norteamericanos en la Patagonia, y la continuación de vanos delitos, prolongó la leyenda de Butch Cassidy y Sundance Kid en la región, mas allá de las evidencias de su muerte.

El 29 de Diciembre de 1909 se produjo un asalto a la Cooperativa Mercantil Arroyo Pescado, en las cercanías de Esquel, donde fue asesinado Llwyd ApIwan, gerente de la sociedad creada por los productores galeses de Chubut. El hecho conmocionó a la colonia galesa del Valle 16 de Octubre y reavivó el fantasma de la banda salvaje viva y operante en la Patagonia.

Hoy se cree que lo cometió la banda de Wilson y Evans, autores también del atraco al banco de Río Gallegos en 1905 y que el 29 de marzo de 1911 secuestraron al estanciero Ramos Otero y fueron baleados en la huida. En Río Pico hay una cruz de madera sobre la sepultura de Wilson y Evans señala el final de ese dúo y de los bandoleros norteamericanos en la Patagonia.

 

Fuente: Por Gustavo de Vera, Trevelin. Para Revista XXII

EN BUSCA DE BUTCH CASSIDY

Las dudas abundan porque nadie sabe a ciencia cierta por qué «La pandilla salvaje” -como se les llegó a conocer, aunque también recibieron el nombre de «La pandilla del hoyo en el muro”- se estableció en la Patagonia.
Una fotografía parece guardar la clave: en ella aparece La pandilla salvaje en pleno, enfundada en elegantes trajes de tres piezas.
Acaban de asaltar un tren, el 3 de julio de 1901 cerca de Wagner (Nevada), en el que cargaron con 65.000 dólares en notas bancarias. Así que marcharon a Fort Worth (Texas), donde se tomaron la foto en grupo. Saccomanno asegura que el mismo Butch Cassidy le envió esa fotografía al gerente del banco de Winnemucca (Nevada), que había robado el 19 de septiembre de 1900 y cuyo botín fue de casi 32.000 dólares.

Un detective de la Wells Fargo la vio y se la envió a la Pinkerton. Un chiste que le costó muy caro a La pandilla salvaje.La persecución de las autoridades se hizo tan insoportable que la banda se dispersó y Butch y Sundance partieron a Nueva York, donde se reunieron con la novia de este último, Etta Place. Una fotografía tomada en el Estudio DeYoung, en Broadway (Nueva York, 1901) muestra a la pareja contenta y confirma que Etta Place era una mujer hermosa. El canon indica que era maestra de escuela, aunque William Pinkerton luego la describió como «una astuta jinete y experta tiradora con el rifle y el revólver”. Algunos dudan que Place fuera su verdadero apellido dado que Butch Cassidy y Sundace Kid eran alias; sus nombres reales eran George LeRoy Parker y Harry Longabaugh, respectivamente.
El 20 de febrero de 1901 embarcan rumbo a Buenos Aires, ciudad en la que se alojan en el Hotel Europa. El 21 de marzo, Sundance Kid (con el seudónimo de Enrique Place) abre una cuenta bancaria con 12.000 dólares en oro, dinero con el que compra una finca en Cholila (Patagonia), no muy lejos de la colonia galesa de Trevelin. Allí formaron una sociedad ganadera y lograron ganarse la simpatía de sus vecinos, pero pronto sobrevino el aburrimiento. Y aquí las versiones discrepan.Los historiadores presentes en el simposio señalan que Butch y Sundance robaron el Banco Tarapacá y el Argentino Limitado en Río Gallegos en febrero de 1903, aunque otros libros establecen la fecha de estos asaltos en 1905 y 1907. Según el profesor de historia Marcelo Gavirati, el trío nunca abandonó Cholila durante esa época. Cuando llegó la orden de captura, el comisario local Edward Humpreys se resistió a detener a sus vecinos: «no sólo es amigo de los dos hombres; está secretamente enamorado de Etta Place”, escribe Saccomanno. En el simposio patagónico aseguran que Butch y Sundance jamás perpetraron aquel atraco que habría de ahuyentarles de la Patagonia y empujarlos hasta su muerte en Bolivia.

 

Muerde la bala.

 

La leyenda asegura que, luego de robar 20.000 dólares en un banco de la provincia de San Luis y del asalto en Río Gallegos, Butch y Sundance fueron arrinconados en el árido pueblo de San Vicente (Bolivia), y después de apropiarse de la nómina de una mina y de haber soportado un feroz tiroteo, Cassidy, para evitarle una agonía interminable a su compañero, mató al gravemente herido Sundance y luego se suicidó. En 1991, Anne Meadows y Daniel Buck, estudiosos del tema, exhumaron la posible tumba -en San Vicente- de los forajidos, pero el examen forense reveló que se trataba de los restos de un minero alemán. «Aunque la Pinkerton conoce este final, nunca dio por finalizada oficialmente la búsqueda de Butch y Sundance”, admitió Buck a Página/12. Otra versión asegura que La pandilla salvaje murió durante al atraco a Villa Mercedes (provincia de San Luis), en 1911, lo que explicaría por qué el escritor y fotógrafo Bruce Chatwin consideró que unas tumbas halladas en Río Pico pertenecían al trío de delincuentes. «Chatwin encontraba el costado novelesco de todo, lo que le importaba era que su historia fuera eficaz”, reveló Francisco Juárez, guía de Chatwin en Patagonia, durante el simposio. Quizá el mejor final para la pandilla fue escrito por Bruce Chatwin en 1985, en su libro Retorno a la Patagonia, elaborado junto a Paul Theroux: «La agencia Pinkerton tiene en sus archivos tres muertes diferentes de Butch Cassidy, ninguna de ellas en Bolivia.
Por mi parte, me inclinaría a pensar que Cassidy y su banda regresaron de Bolivia en 1909; que Kid fue muerto en 1910 en una reyerta en la frontera con la policía argentina; y que el mismo Cassidy regresó a Estados Unidos y murió en su cama. Parece que en 1925 volvió a visitar a su antiguo vendedor de caballos en Sheep Creek Canyon, Utah; y que volvió a guarecerse en la cabaña donde, entre asalto y asalto, leía las obras de lord Macaulay. También se dice que comió pastel de moras con su anciano padre en la casa familiar de Circleville; al menos eso es lo que me contó su hermana Lula Parker Betenson, sana a la edad de 94 años”.

 

GONZALO JIMÉNEZ el-nacional.com/revistas

SU HISTORIA EN BOLIVIA

Restos de Butch Cassidy, encontrados en la localidad de San Vicente (Tupiza – Bolivia)

 

Butch Cassidy & The Sundance Kid, los bandoleros más grandes de la historia del Oeste Americano, asaltaron cuantiosas cantidades de dinero en los EE.UU, Chile y Argentina y Bolivia. El 14 de diciembre de 1905, asaltan a mano armada el Banco de la Nación de Villa Mercedes a 400 millas del oeste de Buenos Aires (Argentina), llevandosé una suma de $US 137.500; pese a los esfuerzos de las autoridades Argentinas, no lograron capturar a los malentretenidos yankies, quienes huyen a través de las pampas y los Andes, hasta encontrarse a salvo en Chile.

En 1916 Butch Cassidy, alias «Santiago», encontró trabajo en la mina de «Concordia» en pleno centro de los Andes de Bolivia. En el año 1908 ocurrió un incidente que determinó su alejamiento definitivo de la mina, Sundance en estado de ebriedad salió a la calle y se vanaglorió a viva voz de sus hazañas criminales.

Puestos por las circunstanciaspor los caminos del mal los dos pistoleros se dirigieron a Tupiza, atraídos por las actividades mineras donde planearon robar un banco. En la mañana del 3 de noviembre, Carlos Peró, administrador de la Compañía Aramayo, partió de Tupiza hacia Quechisla llevando el dinero de los trabajadores, un monto de $US 90.000 los mismos que fueron asaltados por los bandoleros, después del atarco huyeron a San Vicente, población minera donde murieron en un tiroteo con el Ejército Boliviano. Según las investigaciones de Daniel Buck los bandoleros fueron enterrados en el cementerio de San Vicente con una sola descripción en la tumba que indicaba «desconocidos», con la versión de que Butch Cassidy habría dado primero muerte a su compañero y luego él se hubiese suicidado; gracias a estas investigaciones se logró montar un filme taquillero en Hollywood con las actuaciones de Robert Redford y Paul Newman.

 

/tupiza/index.htm pagina de bolivia

 

LA CARTA DE BUTCH

Por medio de una carta, Butch Cassidy comunica su paradero a sus amigos ilegales estadounidenses. Ese manuscrito «permitió certificar su estancia en la región décadas después de su muerte». Lo relata Francisco N. Juárez en el trabajo titulado «Una carta de Butch Cassidy» (29), del cual transcribimos algunos pasajes:

«Hace exactamente un siglo atrás, la carta aún no estaba embarcada hacia el país del Norte, pero llegaría a destino. La escribió desde su rancho en Cholila, Chubut, el 10 de agosto de 1902 a la señora Davies de Ashley, de Utah, el mormón Robert Leroy Parker; el más conocido y buscado asaltante de bancos y trenes en los Estados Unidos como Butch Cassidy. Con ese nombre quedó eternizado en una reiterada película. La carta fue un mensaje –en parte en clave- para dar noticias de su paradero a las amistades fuera de la ley en los Estados Unidos: la señora Davies era la suegra de Elsa Lay, quizá del mejor amigo de Butch».

«La carta era importante para identificar al célebre bandido con el personaje que había habitado en Cholila, y demostrar con otros documentos gráficos su identidad: uno oficial con su firma, seguido de la comparación que oportunamente publiqué en la revista española Co & Co. A ello hubo que sumarle lo acumulado en la indagación en demanda de documentos sobre el rancho de Cholila. El resultado fue determinar cuándo y por qué ocuparon el lugar; el abastecimiento que hicieron los bandidos, qué consumieron y qué criaron, y hasta el costo y detalles minuciosos de dos puertas que encargaron para aquel rancho aún en pie».

«Aunque la carta de Cholila ahora carece de la última carilla con su rúbrica (firmaría Bob, como las demás, pero es su caligrafía) resulta una maravillosa síntesis de la nueva vida del bandido. Elegantemente alude a ‘un tío (que) murió y dejó 30.000 dólares a nuestra pequeña familia de tres miembros. Tomé mis 10.000 y partí para ver un poco más del mundo’. En realidad, se refería al asalto de un banco de Winemuca en Nevada, el 10 de septiembre de 1900. Ahora estaba solo, es cierto, pero por pocos meses, de manera que mentía ese dato. Daba cuenta de su patrimonio ganadero: ‘300 cabezas de vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos de silla’, además de dos peones y la alusión al rancho como ‘una buena casa de cuatro habitaciones’, galpones, establo y gallinero. Se quejaba de su soledad, la falta de una cocinera y su ‘estado de amarga soltería’. Luego, agregaba otras quejas. Se hablaba español, ‘pero el país, en cambio, es excelente’. Daba cuenta de la extensa y fértil región, la distancia con Buenos Aires y esperaba fortificar las ventas de ganado a Chile, ‘nuestro gran comprador de carne vacuna’, porque de allá habían abierto un camino cordillerano (se refería al sendero de Cochamó, el que denunció Clemente Onelli como contrario al laudo arbitral que expediría la corona británica ese mismo año)».

 

María González Rouco – Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional Matriculada –

 

LA BANDA EN EEUU

BUTCH SE ALOJA EN BS AS EN EL HOTEL EUROPA EN LA ESQUINA DE AV. DE MAYO Y CANGALLO