Hacía mucho frío en la desolada estepa patagónica, esa noche de principios de junio de 1984. Y para peor, ese viento incesante y omnipresente calaba hasta los huesos, obligando a los colimbas clase 65 de la Batería Comando y Servicio, del Grupo de Artillería 11 asentado en la localidad santacruceña de Comandante Luis Piedrabuena, a no dejar expuesta ninguna porción de piel.
-La puta madre, hace un frío de cagarse. Si no fuera por esta boludez, estaríamos calentitos en la cuadra….
– Sí, pero pensá que ahí ellos tienen razón. Pues nos dijeron que iban a intensificar las prácticas de combate nocturno, debido a lo que ocurrió en Malvinas…
-Dejate de joder, eso ya pasó hace dos años!. ¿Qué carajo tenemos que ver nosotros, en esta porción olvidada del culo del mundo?
El otro optó por el silencio, dado que su compañero distaba mucho de entrar en razones. Y menos pensar que, dos años atrás, pibes de su misma edad precisamente no estaban haciendo prácticas.
La voz del cabo primero Hudson le cortó por un instante la ensoñación:
-¿Qué le pasa al milico quejoso?
-Nada, mi cabo primero. Es que le preguntaba a mi compañero sobre si todo esto es al pedo…
Hudson esbozó una sonrisa, se puso en cuclillas y su mirada comenzó a bucear en sus recuerdos recientes:
-¿Al pedo dice, soldado? ¿Sabe dónde estaba yo en 1982?
Su compañero miró al suboficial, luego percibió al observar su FAL un detalle que le intrigó. Llevaba un cargador extra dado vuelta, adosado al otro con una venda. El cabo primero se dio cuenta al instante, y posó su mano izquierda allí:
-¿Saben por qué es esto? Hace dos años, estaba destinado en un monte a las afueras de Puerto Argentino. Era un cabito recién egresado de la Escuela Lemos. En medio del ataque final de los británicos, el oficial a cargo y el sargento primero se las tomaron al pueblo, y me dejaron solo con un grupo de colimbas. Teníamos a unos gurkhas a 30 metros, que no paraban de cagarnos a morterazos en medio de infernales risotadas. Luego se nos vinieron encima, por eso lo del cargador doble, porque eran tantos que por más que bajaras a unos cuantos, era imposible pararlos….
En ese momento, un par de bengalas rojas surcaba el cielo estrellado. Su descenso fantasmal enfrente de ellos hacía más irreal la espera. No había nada más que agregar, pues toda palabra estaría de más.
-Perdón, mi cabo primero. No quise ofenderlo….
-No pasa nada, soldado. No tenía porqué saberlo….
Quien escribe estas líneas, en ese momento estaba haciendo la colimba. Le tocó en una época extraña, a meses del tratado de paz con Chile que se firmaría en octubre de ese año, y aún en estado de guerra con Gran Bretaña. Además, su situación era muy interesante, dado que dicha localidad estaba ubicada a escasas horas de vuelo del entonces Port Stanley y de la frontera chilena.
El jamón del sandwich
Antes de la firma del tratado en cuestión, la unidad recibió la visita del jefe del 5° Cuerpo de Ejército, basado en ese entonces en Bahía Blanca, general de brigada Mario Sánchez. Con motivo de esto, tendría lugar una reunión de alto nivel con la plana mayor, integrada en ese momento por el teniente coronel Juan Carlos Mugnolo y por el mayor Wagner. Se había recibido unos inquietantes informes acerca de un posible intento de agresión chilena, motorizados por sectores ultras de sus FFAA, descontentos por el desarrollo de las negociaciones diplomáticas.
El entonces colimba Paolella estaba de cuartelero de la cuadra, iba y venía con el escobillón cuando escuchó algo proveniente de la oficina del Centro de Dirección de Tiro, donde se desarrollaba la reunión, que lo dejó pasmado:
-Mi teniente coronel, nosotros poseemos informes que los chilenos nos superan en blindados en una proporción de 4 a 1, ni hablar en helicópteros. Por eso, sabemos que en caso de un ataque efectuarían una ofensiva hacia Río Gallegos, y otra con destino Comodoro Rivadavia…
-Entonces, mi general. Nos partirían en dos..
-Exactamente, teniente coronel. Quedaríamos aislados del resto del país, imposibilitados de recibir inmediatamente refuerzos…Como ven, la situación es muy seria.
Dejó barrer, y se apoyó en el escobillón. Recordó que a 33 km de allí, en Puerto Santa Cruz, estaba situada la Brigada Mecanizada XI, dotada en ese momento de tanques AMX-30.
No sería suficiente para frenar la oleada, con el agravante de la posibilidad latente de una incursión artera proveniente del socio que acechaba en la Fortaleza Falklands.
Su cara de preocupación alertó al subteniente de semana:
-¿Qué te pasó, viste un fantasma?
-Ojalá, mi subteniente. Escuché que en caso de ataque chileno, seríamos el jamón del sándwich.
-Ah, estabas escuchando lo que decían en la reunión. ¿Viste? Esto es el principio de la desmalvinización, que luego como consecuencia traerá aparejado el desarme de las FFAA…
-Claro, con la cantinela del Proceso metiendo en la misma bolsa la derrota en Malvinas y como excusa vale todo…
-¡Qué pelotudez! ¿Usted que tenía que ver, si ahora tiene 21 años? ¿No se dan cuenta que si los desplazan a ustedes le hacen el juego al imperio?
-Vos tenés 18 años y te das cuenta. Ellos también, pero como bien dijiste a los centros trasnacionales de poder le conviene nuestra indefensión. Fijate que estamos terminando este siglo, en los albores del año 2000, década en la cual seguramente surgirá un nuevo concepto de guerra en la cual la posesión de los recursos naturales y su defensa tendrán un papel fundamental.
Las arenas del tiempo pasaron, y este acontecimiento ya no es más que un recuerdo. Pero lo que sí perduró, y ahora con un par de submarinos nucleares británicos paseando en el Atlántico Sur, fue la estupidez y la desidia por las cuales nuestro país sólo puede ofrecer una resistencia simbólica ante cualquier agresión externa.
Fernando Paolella para Tribuna de Periodistas
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