Aterrizamos en El Calafate, tomamos un remis desde el aeropuerto hasta la terminal de ómnibus ubicada en el centro de la ciudad. Por el camino se puede apreciar ya el azul turquesa de las aguas del lago Argentino, en la orilla del cual se sitúa El Calafate, pequeña ciudad de 17.000 habitantes: El Calafate es paso obligado para acceder a las maravillas naturales de la region.
Fuimos a la agencia de viajes, donde habíamos reservado el billete para El Chaltén, compramos también el billete de vuelta, abierto, allí dejamos nuestras mochilas y salimos de recorrida a visitar la ciudad.
En Argentina, no hay problemas para guardar tu equipaje en cualquier sitio, eso sí, mejor tras haber contratado algún servicio.
La ciudad de El Calafate, es sobre todo una larga calle, donde se encuentran la mayoría de restaurantes y hoteles. Caminando sólo 5 minutos desde esta calle hacia el lago Argentino, sale enseguida de la ciudad y llega hasta una zona de marismas conocida como Laguna Nímez, justo antes del lago.
Existen diversas excursiones alrededor de una de las lagunas, el tiempo de los paseos varía entre 1 y 2 horas, dependiendo del tiempo que destine a descansar o admirar el paisaje en el camino. Es una buena oportunidad para el avistaje de aves, y han sabido aprovecharlo: Hay varios refugios preparados para esa actividad. Muy interesante. Conseguí fotografiar desde bastante cerca un águila, y muchas otros pájaros de los que he olvidado el nombre.
Se paga el ingreso en una garita al inicio del sendero, no obstante, en algunos horarios no hay cobradores y el paso es libre.
Tras la caminata, fuimos directo a comer una buena parrillada a un restaurante, por entonces, llamado “Ricks”. Excelente carne la de este establecimiento. El funcionamiento suele ser el siguiente: hay un asador, donde se va cociendo el cordero al estilo patagónico (buenísimo como en toda la Patagonia), y diferentes partes de la carne de ganado vacuno. Usted se acerca al cocinero y le va pidiendo los trozos que se le antojen. Y así “hasta reventar”. Y si no tiene bastante, para acompañar hay normalmente un buffet libre de ensaladas, verduras, pasta, patatas…
Todo ello acompañado del excelente vino de Mendoza. ¡El paraíso de los comilones!
Tras la parrilla, paseo por la ciudad, vuelta a la terminal, y en marcha para El Chaltén a las 18.30 hs.
Las guías le dirán que se tarda entre 3 y 4 horas, también lo haránen la estación de autobuses, pero calcule entre 5 y 5 1/2 horas, casi siempre por una calle de ripio, con un paisaje desolador, solo animado por el color turquesa del Lago Argentino cuando se hace visible, más o menos cerca de la ruta. A mitad de camino, se para un buen rato para estirar las piernas en una estancia/tienda/bar, donde picamos unas empanaditas a modo de cena.
Llegamos a El Chaltén a las 12 de la noche, en mitad de la oscuridad, bajo una intensa lluvia. Llegamos a nuestro alojamiento completamente empapados. El sitio se llama B&B Nothofagus.
Es una acogedora casita con 7 habitaciones, algunas de ellas con baño propio, otras con baño en el pasillo (La tarifa de pernocte incluye el desayuno). La pareja que atiende el establecimiento es encantadora, le dan a uno información sobre las posibles rutas por la montaña, e incluso hacen una previsión del clima para el día siguiente. Totalmente recomendable.
Nos dio tiempo para salir a tomar un trago. La pizzería Patagonicus es uno de los lugares de «onda» del pueblo. Poco más tarde nos fuimos a dormir, ya que al día siguiente nos tocaba empezar a disfrutar de la Naturaleza.
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