Ambientalistas británicos denuncian que los plaguicidas están provocando el declive de la abeja, por lo que urge una prohibición de estas sustancias venenosas. Lógicamente, la demanda de los activistas se basa en algo serio, los resultados científicos. De acuerdo con una reciente investigación, el uso de plaguicidas neonicotinoides, uno de los más utilizados en todo el mundo, está relacionado con la disminución de las poblaciones de abejas. Monsanto otra vez en la polemica.
Recientemente, en la película The Happening (El Incidente/El fin de los tiempos), el director M. Night Shyamalan, retomó una frase atribuida a Albert Einstein que dice “Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre solo le quedarían 4 años de vida”.
El estudio, realizado por el doctor Henk Tennekes, fue publicado en la revista Toxicology, y concluye que este tipo de plaguicidas, conocidos como imidacloprid y tiacloprid, son mucho más peligrosos para la salud de las abejas de lo que se creía. Se afirma, incluso, que su uso, incluso en bajas concentraciones, podría explicar la preocupante desaparición de estos himenópteros.
La razón por la que incluso dosis pequeñas les afectan mortalmente es por la alta persistencia en el suelo y el agua de estos plaguicidas. Así, han sido estudios hechos a corto plazo los que han aconsejado utilizarlo, pero en realidad, “cantidades diminutas de imidacloprid pueden ser letales a largo plazo “, dice Tennekes.
Las conclusiones de Tennekes sirven ahora a los ecologistas para argumentar mejor sus peticiones de prohibir el uso de los plaguicidas, una reivindicación antigua en el Reino Unido.
Además, el impacto negativo de los plaguicidas neonicotinoides afecta a la fauna silvestre en general, y no únicamente a las abejas. Pero aún hay más, muuucho más: sus efectos podrían ser catastróficos a nivel mundial, advierte la Soil Association: “Si la abeja desaparece de la faz de la tierra para siempre estaríamos frente a una crisis alimentaria inimaginable”, dijo un portavoz de la ong.
Monsanto
En Estados Unidos, todas las semillas transgénicas de algodón, soja, maíz y colza están envueltas con neonicotinoides. Monsanto pide a los agricultores transgénicos sembrar 20% de su área cultivada con variedades convencionales con el fin de crear unos “refugios” para desalentar la evolución de los insectos resistentes a los transgénicos.
De hecho, la primera flaqueza de la abeja es ser un insecto y por tanto de ser altamente susceptible a los insecticidas. Su segunda flaqueza es su poca capacidad para resistir o para mutar. Por lo menos, los demás insectos “salvajes” han guardado esa capacidad de mutar muy rápidamente. Y no se privan de hacerlo.
Argentina
Los apicultores argentinos tienen pavor que los importadores empiecen a analizar el contenido en polen transgénico de sus mieles.
Pues Argentina está cubierta de soja, claro está, de soja transgénica, 100% marca registrada Monsanto.
Los apicultores de nuestro país no han terminado de sufrir. En efecto, ¡el 50% de la miel en Argentina es producida en regiones cubiertas de cultivos transgénicos! Y Julio César Díaz, apicultor y presidiendo la Asociación Argentina de Apiterapia, se quejó con justa razón denunciando que serán los apicultores argentinos quienes pagarán los platos rotos.
Julio César Díaz ataca violentamente a los “piratas hipócritas” que se aprovecharon de la crisis de las mieles argentinas contaminadas de antibióticos y acaricidas para romper los precios y aumentar otro tanto su plus-valía. Y precisa que son los mismos que formaron los apicultores al uso de la química más violenta para controlar los parásitos de la colmena sin preocuparse para desarrollar técnicas suaves y duraderas que, claro está, no generaban divisas a los vendedores de productos tóxicos. estrictamente resistentes al RoundUp (el glifosate de Monsanto).
BWN Patagonia
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