El 31 de octubre de 1929 un escritor marcaba un hito en las comunicaciones de nuestra región, signada por el aislamiento y las grandes distancias. Nos dejaría una novela, “Vuelo Nocturno”, como el mejor testimonio de los difíciles comienzos de la aviación en la Patagonia y del valor de sus pioneros.
El 31 de octubre de 1929 un escritor marcaba un hito en las comunicaciones de nuestra región, signada por el aislamiento y las grandes distancias. Nos dejaría una novela, “Vuelo Nocturno”, como el mejor testimonio de los difíciles comienzos de la aviación en la Patagonia y del valor de sus pioneros.
“El avión de Saint-Exupery tenía capacidad para cuatro personas en dos asientos enfrentados. El piloto ocupaba una carlinga abierta en el extremo delantero del aparato, expuesto a temperaturas que promediaban los diez grados bajo cero”
“Algunos estudiosos de su obra sostienen que cerca de las Isla de los Pájaros, en la Península Valdés, Saint-Exupery comenzó a escribir las primeras líneas de su libro más conocido, El Principito”
Pierre George Latécoére, un industrial francés, advirtió, al terminar la primera guerra mundial, que la aviación podía constituir una buena oportunidad de negocios. No demoró su decisión. En 1918, cuando aún se oían los ecos de la contienda, funda Lignes Aeriennes Latécoére para unir Francia con Sudamérica. En muy poco tiempo su empresa comienza a unir Toulouse con España, África del Norte y Dakar. Entre 1924 y 1925 la compañía dedica sus esfuerzos a reconocer las posibles rutas con nuestro continente, en particular sobre el territorio de Brasil y el Uruguay, en la búsqueda de concretar el objetivo de su fundador. Pese al enorme horizonte comercial que ofrecía el emprendimiento, en 1927 comienza a experimentar problemas financieros y Latécoére vende sus acciones al industrial Marcel Boilloux-Lafont que le cambiará el nombre a la compañía. A partir de ese momento pasará a llamarse Compagnie Aeropostale Generale, más conocida en nuestro país como La Aeropostal.
La nueva conducción de la compañía, que hereda los contratos de su antiguo dueño con la Dirección de Correos y Telégrafos de nuestro país, decide crear una subsidiaria con sede en Buenos Aires, tarea que confiará al capitán Vicente Almonacid. El piloto riojano compra terrenos para la empresa y organiza la filial que abre sus oficinas en la calle Reconquista de la ciudad de Buenos Aires el 5 de septiembre 1927. La Aeroposta Argentina Sociedad Anónima inicia sus vuelos entre Natal (Brasil) y Buenos Aires el 15 de noviembre de ese año y meses después, el 1 de marzo de 1928, se produce el primer enlace con Francia.
Avión que tripuló Saint Exúpery que se conserva en el Museo de la Aviación de nuestro país.
La apertura de nuevas rutas se sucede una tras otra. Paraguay, Montes Caseros, Posadas, Chile. Jean Mermoz, precisamente, quien tuvo su cargo la apertura de la ruta con el país transandino, será el piloto que hará los primeros reconocimientos sobre los cielos de San Antonio Oeste y Plaza Huincul. Pero todavía debían ajustarse muchos detalles para habilitar la primera etapa del servicio aéreo sobre la Patagonia. Paul Vachet, en marzo de 1929 y Rufino Luro Cambaceres, en septiembre del mismo año, producirán los vuelos de reconocimiento sobre la región comprendida entre Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia. Finalmente, el 31 de octubre de 1929, la Aeroposta resuelve hacer el último vuelo experimental sobre la Patagonia. Un aparato Laté 25, bajo el comando de
Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) ya por entonces jefe de línea de la compañía, llega a Comodoro Rivadavia con sacas de correspondencia, diarios y medicamentos que hasta ese entonces demoraban hasta veinte días en llegar a destino. Al regresar, transportó al primer pasajero, el ingeniero Armando Ulled, inspector de minas.
El avión tenía capacidad para cuatro personas en dos asientos enfrentados.
El piloto ocupaba una carlinga abierta en el extremo delantero del aparato, expuesto a temperaturas que promediaban los diez grados bajo cero. Según relata Antonio Requeni, en un texto dedicado a Saint-Exupery, Ulled debió apelar a toda su coraje para soportar la primera impresión que le provocó subir al avión. El viento era tan fuerte que el Laté 25 se sacudía con tremenda furia. “Entonces él (Saint-Exupery) me pasaba por una ventanita hojas recortadas de su anotador con frases para tranquilizarme o hacerme bromas”, según recuerda Ulled en el texto de Requeni. Para realizar este viaje el escritor empleó un tiempo de seis horas y 20 minutos, volando a mil metros de altura y a una velocidad promedio de 158 kilómetros por hora.
El 1 de noviembre, el autor de “El Principito” y “Vuelo Nocturno”, partió nuevamente del aeródromo de Bahía Blanca con tres pasajeros hacia el sur. Los directores de los diarios La Nueva Provincia, El Atlántico y La Mañana abordaron la máquina de la Aeroposta en un vuelo con escala en San Antonio Oeste y Trelew en una jornada que la prensa calificó como de trascendencia histórica.
Pocos meses después, la compañía habilitó la segunda etapa de su servicio a la Patagonia y en enero de 1930, Saint-Exupery y Cambaceres vuelan hasta Río Gallegos en procura de establecer una nueva ruta. El 2 de abril, finalmente, queda inaugurado el tramo Comodoro Rivadavia-Río Gallegos con escalas en Puerto Deseado y San Julián.
Pese a los éxitos obtenidos en las difíciles y ventosas rutas de la Patagonia, los problemas financieros provocan que, entre octubre de 1931 y marzo de 1932, la empresa suspenda sus servicios hasta cancelarlos definitivamente.
Saint-Exupery llegó a nuestro país el 12 de octubre de 1929 para organizar los vuelos regulares de la Aeroposta Argentina entre Comodoro Rivadavia y Punta Arenas, en Chile..
La Aeroposta Argentina es reemplazada, entonces, por la Aeroposta Nacional, dirigida por Rufino Luro Cambaceres, que durante todo ese tiempo se aboca a la exploración de nuevas rutas en la zona de la precordillera, entre los lagos Argentino, Viedma y San Martín, llegando hasta Ushuaia. En 1935 la empresa ya comienza a operar desde Río Gallegos a Río Grande y en 1937, con la adquisición de nuevos aparatos Junkers J-52, explota la línea Buenos Aires-Tierra del Fuego, con escala en Carmen de Patagones que reemplazó la que históricamente se había utilizado en San Antonio Oeste.
La Aeroposta voló hasta 1946, año en el cual la Dirección de Aeronáutica Comercial decide la creación de las Sociedades Mixtas de Aeronavegación, con participación del Estado, y muta su nombre por el de Sociedad General de Aviación S. A. que años después, en 1950, se sumará a otras empresas para contribuir al nacimiento de Aerolíneas Argentinas.
Saintex
Lo apodaban Saintex. Había estudiado en una escuela de los jesuitas en Francia y luego en una universidad Suiza. Pero lo aviación era su pasión y se incorporó a la Fuerza Aérea de su país.
A los pocos años decidió volar como piloto comercial. En esta condición Antoine de Saint-Exupery llegó a nuestro país el 12 de octubre de 1929 para organizar los vuelos regulares de la Aeroposta Argentina entre Comodoro Rivadavia y Punta Arenas, en Chile. Saintex, como lo llamaban sus amigos, viviría en la Argentina hasta enero de 1931, fecha en que regresó a Francia.
Nunca más volvió a nuestro país aunque estuvo en sus planes hacerlo cuando emprendió un raid aéreo entre Canadá y Tierra del Fuego. En 1938 despegó del extremo norte del continente pero al llegar a Guatemala sufrió un accidente a raíz del cual perdió un ojo que le impidió continuar su viaje.
Pero su paso por la Argentina marcó su vida, tanto como aviador y, sobre todo, como escritor. “Vuelo nocturno” es una novela que gira en torno a la experiencia de un piloto de la línea patagónica que parte de Comodoro Rivadavia y desaparece en la noche de la región mas vasta y misteriosa de nuestro país. La escribió en la Argentina y desde aquí envió su original al escritor André Gide (1869-1951) que recomendó a la prestigiosa editorial Gallimard la publicación del relato que él mismo prologó.
Saint-Exupery también conoció en Buenos Aires a Consuelo Suncin, una ciudadana salvadoreña con quien se casó y guardó por ella un amor infinito. Consuelo había enviudado muy joven del escritor y ensayista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (1873-1927), colaborador del diario “Correo de la Tarde” que dirigió el gran poeta Rubén Darío. Pero no terminan aquí las marcas que dejó la Argentina en su vida. Algunos estudiosos de su obra sostienen que cerca de las Isla de los Pájaros, en la Península Valdés, Saint-Exupery comenzó a escribir las primeras líneas de su libro más conocido, “El Principito”. También en “Tierra de hombres” el relato se ubica en la Argentina. Narra en esta obra algunos episodios autobiográficos, como cuando le tocó buscar a su compañero Guillaumet, accidentando en los Andes mendocinos.
La guerra
Tras su raid fallido para unir Canadá con Tierra del Fuego, en 1935 Saint-Exupery intenta volar entre París y Saigón en menos de 87 horas, pero nuevamente la desdicha lo sorprende en pleno desierto donde salva milagrosamente su vida y la de su mecánico. Una azarosa caravana de beduinos socorre a ambos y los trasladan, a lomo de camello, hasta El Cairo. Al año siguiente, durante la guerra civil española, trabaja como corresponsal de guerra en España para dos diarios parisinos, “L´Intransigeant” y “ París-soir”, en un contexto, también, donde la distancia entre la vida y la muerte resulta imperceptible.
En 1939 Francia le otorgó la máxima distinción a la que puede aspirar un escritor de esa nacionalidad, el premio de la Academia de las Letras. Pero también ese es el año de la guerra que estalla en Europa. Se incorpora como piloto de guerra para servir a su país hasta que Francia es ocupada por las tropas alemanas y debe refugiarse en los Estados Unidos. En 1943, cuando este país ya estaba combatiendo en Europa, Saint-Exupery vuelve a volar en misiones de guerra. El 31 de julio de 1944, mientras cumplía una acción de reconocimiento aéreo sobre el Mediterráneo, es sorprendido por un caza alemán que lo derriba. Poco antes de partir, le había escrito a su esposa: “Si alguna vez no vuelvo, no me llores. Eso pasa rápido. Las balas perforan el cuerpo como las abejas atraviesan el aire”.
El 31 de julio de 1944, mientras cumplía una acción de reconocimiento aéreo sobre el Mediterráneo, el escritor es sorprendido por un caza alemán que lo derriba..
Saint-Exupery había partido de una base en la isla de Córcega para hacer un relevamiento fotográfico sobre el sur de Francia. Tenía cuarenta y cuatro años y por su edad no le habían permitido pilotear aviones de combate. Volaba solo en un Lightning P-38, sin armamento, cuando fue abatido poco después del mediodía. Los archivos de los alemanes revelaron, mucho tiempo después de su desaparición, que el piloto Robert Heichele había avistado cerca de la costa francesa el avión de Saint-Exupery y cayó sobre él con toda la potencia de sus metrallas. Este hombre moriría también en combate unos días después.
En tiempos recientes, en 1998, un pescador de Marsella, encontró en su red un brazalete de plata que perteneció a Saintex y que le había regalado su esposa Consuelo. La joya guardaba la inscripción de la editorial de Nueva York que publicó en 1943 “El Principito”. Poco después, un grupo de exploradores encontraría, a 200 metros de profundidad, el motor de su avión Lightning. Quedaba comprobado que en ese lugar del Mediterráneo, el gran escritor que voló los cielos patagónicos en épocas de pioneros, había encontrado el final de sus días. “Nadie te ha sacudido por los hombros cuando aún era tiempo. Ahora la arcilla con la cual estás hecho se ha secado y endurecido y nada en ti podría, en adelante, despertar al músico, o al poeta, o al astrónomo que quizá te habitaban al principio”. Saint-Exupery, en “Tierras de hombres”, dejó escrito lo que jamás aceptó que fuera su vida: un osario de sueños y de pasiones.
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