Aventura en la Patagonia: Diario de viaje Glaciar Perito Moreno, por Diego Mur

(Anterior: Patagonia, diario de viaje: El Calafate, por Diego Mur) Tras el “madrugón” y las 5 1/2 horas en bus por la pista de ripio, al mediodía estábamos en la estación de autobuses de El Calafate. Compramos el billete de bus para ir hasta el Perito Moreno, que salía a las 3 de la tarde. Teníamos pensado pararnos unos 8 km. antes del glaciar, en el camping Bahía Escondida. Habíamos llamado el día anterior, para confirmar que había sitio, pero nos dijeron que no hacía falta reservar.

Antes de ir a comer, debíamos hacer unas pocas gestiones:
– Alquilar una tienda de campaña para 24 horas, en una de las ferreterías de la ciudad: una tienda doble, colchonetas incluidas, más costo de fianza que te devolvían al entregar la tienda.
– Comprar el billete de avión para Ushuaia para el día 10, ya que menos de 48 h. después íbamos a Chile, y comprar un billete interno argentino es igual de difícil (y caro) desde Chile que desde España.
– Contratar para el día siguiente el mini-trekking en el Perito Moreno, en la agencia Hielo y Aventura, haciendo que su autobús nos recogiera en el camping. Además les dejamos en la agencia las mochilas que no nos hacían falta hasta el día siguiente. Mas detalles un poco más abajo.
– Comprar unos sándwiches y una botella de vino, para cenar esa noche en el camping.

Tras solucionar todos los trámites sin mayor problema, nos fuimos a comer una parrilla al restaurante Mi Viejo, vecino del Ricks, donde fuimos el primer día. Muy bueno también, sobre todo el cordero patagónico.

Poco después estábamos en el bus de línea con destino al Perito Moreno. El asfalto se acaba enseguida y se sigue por otra pista de ripio en dirección suroeste desde El Calafate. El bus se detuvo en la entrada de la parte sur del Parque Nacional Los Glaciares, más o menos a medio camino entre El Calafate y el glaciar. Allí sube al bus un funcionario, a cobrar la entrada al parque a todos los viajeros.

Aunque contrate una excursión, tenga en cuenta que la entrada al parque no suele estar incluida en el precio de la excursión. Si va en coche tiene que pagar la misma cantidad. Se paga la entrada «cada vez» que se entra al parque. Si entra 2 días seguidos, pagas 2 veces. En cambio, si duerme dentro del parque, por ejemplo en el camping, solo paga la entrada una vez.

8 km. antes de llegar al mirador del glaciar, nos paramos en la entrada del camping. Nos llevaron a una pequeña área con una mesa de piedra, su fogón, y terreno para plantar la tienda. El precio es por persona, no hay que pagar nada por la tienda. El precio incluye el acceso a unos baños con unas pocas duchas de agua caliente. No había ningún otro servicio en el camping. A 50 m. de nuestra tienda se llega a una playa de rocas, en la orilla de una pequeña bahía en el Lago Argentino. A lo lejos se ve sin dificultad el hielo del Perito Moreno, perfectamente azul en la luz del atardecer.

Montamos la tienda, con alguna dificultad, debido al mal estado de las varillas. No quedó muy estable, pero no importaba, no había viento ni frío.

Iniciamos la caminata hacia el glaciar. Son 8 km por un camino de ripio. A 2 km del camping estaba el único otro alojamiento de la zona, el hotel Los Notros, 600 dólares la habitación (Por aquel entonces). Las vistas del Perito Moreno desde las habitaciones del hotel son las mismas que desde la playa del camping…

No conseguimos llegar al hotel andando. Según caminábamos, íbamos haciendo autostop, y no tardaron más de 5 minutos en pararnos y llevarnos hasta las pasarelas frente al glaciar.
Según llegas, te encuentras con toda esa mole de hielo azul enfrente. No se puede describir lo que se siente…

Hay un circuito bastante largo de pasarelas y escaleras que te permiten acercarte y ver el glaciar desde varias perspectivas. El Perito Moreno entra en el lago Argentino en la orilla opuesta a la que nos encontrábamos, pero cruza todo el lago y cada cierto tiempo llega a tocar la orilla que ocupamos, dividiendo el lago en dos partes.
Este fenómeno, que se produce cada varios años, hace subir el nivel del agua en el lado superior del lago, la presión del agua va aumentando y al final encuentra un hueco a través del glaciar, rompiéndolo. El espectáculo visual y sonoro en ese momento debe ser grandioso.

Eran las 6 de la tarde y había poca gente. Teníamos todo el Perito Moreno casi para nosotros. Nos quedamos embobados mirando el glaciar durante horas. Nosotros nos conformaremos con ver romperse algunos trozos en el frontal del glaciar, algunos de ellos de toda la altura del glaciar (60 metros sobre el nivel del lago y otros 30 bajo el nivel del lago). Son increíbles las olas que se forman al caer estos trozos, y el ruido que producen. Han vallado toda la zona, para que la gente no llegue hasta la orilla. Hace años, murieron varios turistas justo en la orilla, arrollados por las olas que producían los desprendimientos.

Cuando empezó a anochecer, tomamos el camino de vuelta. Casi no pasaban coches, pero el primero de ellos nos llevó hasta el camping. Cenamos a la luz de la luna, en compañía de millares de mosquitos, y nos fuimos a la tienda a dormir.

Por la mañana, salimos del camping un poco antes de la hora fijada y esperamos al borde de la pista al autobús de la agencia Hielo y Aventura. Esta agencia era la única que tiene permiso para organizar los paseos por encima del Perito Moreno.

El colectivo nos dejó de nuevo en las pasarelas enfrente del Perito Moreno. El azul del hielo del día anterior daba paso ahora a un blanco intenso, incrementado por el magnífico día que hacía. Teníamos otras 3 horas para disfrutar del espectáculo del glaciar Perito Moreno. Cuando llegamos no había mucha gente, pero hacia el mediodía aquello se empezó a llenar bastante. Nosotros aprovechamos ese momento para comer una ensalada en el único kiosco que hay en el lugar.

A la una, nos tomamos el micro que nos llevó a uno de los 2 puertos que hay en las cercanías, y nos montamos en un pequeño barco, en el que fuimos hasta la otra orilla, a unos 500 m. del hielo del glaciar.

Por el camino el barco se acercó muchísimo al Perito Moreno, y entonces te hacías una idea perfecta de lo que suponen esos 60 m de altura de su frente. ¡Uno se siente pequeñísimo!

Tras una divertida charla explicativa sobre la formación de los glaciares, donde nos enteramos de que el Perito Moreno era uno de los 3 ó 4 glaciares en crecimiento en todo el mundo, nos dividieron en dos grupos de 15 personas y nos dirigimos andando, por un bonito bosque, hasta el glaciar. En el grupo había gente de todas las edades, desde los 12 de una chavala italiana, hasta los 70 de un abuelo chileno muy animado.

Antes de entrar al hielo, nos hicieron ponernos unos supuestos grampones (realmente un amasijo de hierros soldados y atados con cuerdas a las botas). En ese momento, fuera del glaciar Perito Moreno hacía 27 ºC !. Con esa temperatura, la sensación de ir a pasear sobre hielo era una muy buena. Estuvimos dos horas subiendo y bajando cuestas por el hielo, mirando por los agujeros azules que se formaban en él, admirando los remolinos de agua en su superficie.

No es nada complicado, cualquiera puede apuntarse al paseo.

Nos cruzamos con un escalador, que con sus dos piolets iba subiendo a pulso a todas las agujas de hielo que encontraba. Impresionante…Y para finalizar, tocaba la turistada, aún sobre el glaciar, el whisky «on the rocks» con hielo picado del propio glaciar. Entre el éxtasis del paseo y el whisky, la embriaguez general era bastante alta.

Volvimos a la orilla, cruzamos de nuevo el lago y volvimos en bus hasta El Calafate, sobre las 8 de la tarde, entregamos la tienda de campaña en la ferretería, recogimos nuestras mochilas en la agencia y nos fuimos a la terminal de ómnibus.

Dejamos las mochilas en el hostel, con habitaciones muy correctas que daban a un patio central, y nos fuimos a cenar a La Tablita. Es una parrilla enorme, pero todas las mesas estaban ocupadas, e incluso había gente haciendo cola para entrar. No se tiene que levantar a servirse la carne, se la traen los camareros. Pedimos una parrilla de diferentes carnes y nos trajeron una bandeja de carne suficiente para alimentar a 6 leones hambrientos. No nos pudimos comer ni la tercera parte de lo que sacaron. En cambio, la carne no estaba tan buena como en otros lugares en los que habíamos comido. Efectos de la masificación del restaurante, supongo.

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