(Viene de: Patagonia, diario de viaje: El Calafate parte 1, por Diego Mur) Por fin íbamos a ver las espectaculares montañas que rodean El Chaltén! (o eso creíamos nosotros). El Chaltén es una localidad del oeste de la provincia de Santa Cruz, Argentina. En el sur de la cordillera de los Andes, en el extremo sudeste de la Patagonia -al pie del mítico cerro Fitz Roy -o Chaltén- y a orillas del Río de las Vueltas se encuentra la población de El Chaltén, una pequeña villa turística fundada en plena puerta de acceso a la parte norte del Parque Nacional Los Glaciares.
Un poco de historia: El Chaltén comenzó como un campamento de aproximación para los escaladores que intentaban subir al Cerro Torre o al Fitz Roy, y poco a poco fue atrayendo a alguna gente que quería ganarse la vida en este lugar apartado del mundo.
El lugar donde se extiende El Chaltén es espectacular, justo en la confluencia de 2 ríos (el río Fitz Roy y el río Las Vueltas), rodeado de montañas impresionantes, donde la Naturaleza quiso regalar al hombre una amplia llanura.
Esta llanura no tardará en llenarse de casas, pero al menos hasta ahora no se ha construido ningún hotel enorme, sino más bien pequeñas casas que ofrecen alojamiento o abastecimiento al viajero que se atreve a llegar hasta allí. Solo un par de calles están asfaltadas.
En pleno verano el clima puede ser terrible. Es normal ver a la gente pasear por sus calles, en una enérgica lucha contra el viento, la lluvia o la nieve… Pero el ambiente que se respira es magnífico. Si tiene usted paciencia y espera a que llegue un día despejado, la recompensa será impagable, de las que no se olvidan nunca, y comprenderá que duele mucho marcharse de este lugar.
En las afueras del pueblo existen un par de campings, gratuitos, pero con servicios muy básicos. En los caminos de acercamiento a las principales montañas y glaciares, hay varios campamentos, también gratuitos pero sin ningún servicio. Para disfrutar del parque, es posible hacer un circuito de 3 o 4 días de campamento en campamento, pero esta vez nosotros elegimos dormir en el pueblo y hacer salidas diarias.
De esta forma todo es más cómodo, aunque se pierde la posibilidad, si tiene suerte, de ver un amanecer espectacular, justo debajo del Fitz Roy o del Cerro Torre. En nuestra primera mañana en El Chaltén, bajamos a desayunar con el cielo cubierto. El dueño de la pensión nos explicó que desde la ventana al lado de nuestra mesa, se podía ver el Fitz Roy, aunque aquel día no se veía nada.
A media mañana nos pusimos en marcha hasta el campamento Poincenot, situado en la base del Fitz Roy. Mucho frío, mucho viento, lluvia de a ratos… Allí conseguimos nuestras primeras vistas del valle del Río Las Vueltas. ¡Qué increíble! Seguimos avanzando entre una vegetación de lo más curiosa, compuesta principalmente por lengas y ñires, árboles de la flora autóctona.
Sorteamos arroyos por improvisados e inestables conjuntos de troncos, nos cruzamos con algún gaucho montado en su caballo… El Fitz Roy seguía sin verse. Llegamos al campamento, una docena de tiendas desperdigadas por aquí y por allá. Se empezaba a percibir el glaciar justo debajo de la montaña, incluso se vislumbraba la parte inferior de su perfil. Pero ese día no quiso mostrarse más. En el campamento, un grupo intentó secar las camperas, mochilas y demás prendas que se habían humedecido por la lluvia de la noche anterior. Se nos complicó un poco. Nos sentamos a comer en un tronco y ¡empezó a nevar! Fue curioso, una nieve seca, que no moja. Vimos el camino que sube zigzagueando hasta el mirador de la Laguna de los Tres, justo al pie de la montaña. Desde allí se toman esas famosas fotos rojizas del Fitz Roy, al amanecer. Decidimos no subir, no valia la pena. Ese día no podríamos ver nada.
De vuelta a El Chaltén, nos desviamos hasta la Laguna Capri, un laguito rodeado de montes nevados. En su orilla hay otro pequeño campamento. En ese lugar el viento no sopla tanto. Nos paramos un rato para disfrutar del entorno.
Llegando a El Chaltén, otra vez, desde las alturas, esa fantástica vista general del lugar. No cansa nunca de contemplar el entorno que han elegido para crear este pequeño pueblo. Fueron 5 horas geniales de caminata.
Al llegar a El Chaltén, entramos al calor de la cervecería El Bodegón. Donde sirven cervezas artesanales, destiladas allí mismo, buenísimas. Cuando salimos, el viento había empezado a rugir y levantaba el polvo del ripio patagónico, “enviándolo directamente a tu cara”. Esa sensación de fuerza de la Naturaleza sólo la he sentido aquí y en Islandia.
Ese día cenamos en nuestra pensión una rica comida casera preparada por nuestra anfitriona. Si esta en un hostel, esta opción no es mala, para escapar un poco de la saturación de carne cuando sale a cenar fuera. Esta vez, desde la ventana, vimos como se abría un claro y durante un pequeño rato el Fitz Roy dejó ver su perfil, antes del anochecer.
Para entonces ya nos estábamos planteando quedarnos una noche más de las previstas en El Chaltén. Habíamos reservado 3 noches en la pensión, y salíamos de allí el 1 de enero por la mañana. Les comentamos a los dueños de la casa si podíamos quedarnos un día más, pero ese día tenían la casa completa. Ellos mismos se ofrecieron a llamar a la casa de al lado (Hospedaje La Base, doble con baño, incluido desayuno) y reservaron por nosotros una noche más. Saldríamos de El Chaltén el 2 de enero.
Continuará mañana en Patagonia, diario de viaje: El Chalten parte 3…
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